CAP 1.10: DOS MÁSCARAS MENOS

Teo se levantó a las ocho de la mañana e inmediatamente después de llevar a cabo su ritual para espabilarse y acicalarse para un día en la gran ciudad despertó a Sheila con el tiempo suficiente de antelación para poder alcanzar la Catedral de Burgos a las nueve de la mañana, hora en que empezaban las visitas a este monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco hacía más de doscientos años. La distancia que separaba el hotel de su último destino como compañeros de viaje era corta por lo que rápidamente alcanzaron la Plaza del Rey San Fernando que albergaba una estatua de bronce en homenaje a los peregrinos. Desde la plaza se podía ver el pórtico del Sarmental, la entrada por la que iban a acceder a la Catedral pero como llegaron antes decidieron ir a la Plaza de Santa María para observar la fachada occidental del templo, donde sobre las puertas laterales se alzaban dos torres casi gemelas del Siglo XIII. En esa plaza también habían montado una carpa donde seguidores de la nueva religión del evolucionismo ofrecían información a aquellos ciudadanos que se animaban a acercarse. A Teo le hubiera gustado poder dedicarle tiempo a aquellas personas que se habían acogido a esa nueva religión pero ya casi eran las nueve de la mañana así que volvieron al pórtico del Sarmental donde ya se aglomeraba una cantidad considerable de peregrinos para acceder al templo catedralicio. 

Sheila y Teo se pusieron en la cola formada por otros visitantes y esperaron cinco minutos hasta que el guía que dirigía aquel turno de visita llamó al grupo que se concentraba en la escalinata para seguidamente acceder al crucero que albergaba la tumba del Cid y doña Jimena y donde en lo alto se encontraba el cimborrio del templo que permitía que la luz cenital se filtrara poderosamente iluminando el lugar. El guía les iba explicando meticulosamente cada detalle de la construcción sagrada y a continuación llegaron al coro de la nave central. Allí se detuvieron unos minutos observando aquella impresionante estancia para después visitar la Capilla Mayor presidida por el retablo mayor de estilo renacentista romanista dedicado a Santa María la Mayor, titular de la catedral. Tras alegrarse los ojos con todas las artes que conformaban ese lugar, el grupo volvió a la nave lateral que habían cruzado al comienzo para iniciar el recorrido por las capillas que rodeaban el cuerpo principal de la catedral. La primera capilla que visitaron fue la que estaba dedicada a San Juan de Sahagún, un sacerdote y eremita agustino obrador de milagros. El recorrido de la visita se desarrolló por las naves laterales rodeando la nave central y que comunicaba con otras muchas capillas en las que se iban deteniendo para que el guía hiciera su trabajo. Sheila se dio cuenta que Teo estaba disfrutando como un niño mientras ella no paraba de pensar que cada vez faltaba menos para dejar de disfrutar de la compañía del viejo. Tras unas cuantas capillas y sus explicaciones pertinentes dadas por el experto que dirigía al grupo, este alcanzó la Capilla de San Juan Bautista que servía de antesala a la de Santiago y que juntas conformaban una de las más amplias de la Catedral. Tras unos minutos sometidos a la ponencia del guía el pelotón abandonó la capilla pero cuando Teo se disponía a seguir los pasos del resto de visitantes Sheila lo agarró de la mano y lo acercó hasta ella mientras miraba el retablo dorado y policromado de la estancia que regentaban. Teo se sorprendió por aquella acción de la muchacha y cuando fue a decirle que no era buena idea separarse del grupo, Sheila comenzó a hablar.

- ¿Sabes Teo? Aunque no terminemos el Camino de Santiago podemos decir que lo hemos recorrido hasta la Capilla de Santiago. No está mal ¿eh? -Afirmó la muchacha soltando la mano de Teo.

-Buena anotación Sheila. Venga, vamos. - Dijo Teo dándose la vuelta para seguir los pasos del resto de peregrinos.

-Deja que se vayan. Este es un buen lugar para que hablemos un rato. ¿Cuándo me ibas a decir que nos separaríamos tras terminar esta visita? - Preguntó Sheila haciendo que Teo se frenara y volviera a situarse cerca de ella.

-Me iba a despedir de ti cuando acabara la visita pero antes quería mantener una conversación contigo seria aunque mi intuición me dice que ya sabes lo que te voy a decir. - Contestó el viejo tocándose la nariz y exponiendo un semblante serio.

-¿Y eso? - Consultó Sheila.

-Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja, Sheila. Me he dado cuenta que pese a que es obligatorio tener un implante mental civil para ti, tú no lo tienes y además los agentes de la ley con los que nos hemos cruzado son capaces de detectar a quienes no lo tienen y llevarlos a la fuerza a que se lo instalen. A ti, en cambio, ni siquiera te han dicho nada. - Explicó Teo.

-Continúa, Teo. - Planteó Sheila sorprendiendo al viejo con sus palabras.

-Mientras he estado contigo no has recibido ninguna llamada, ni siquiera de tu padre y también no me dijiste la verdad cuando afirmaste haber compartido tu identidad digital con Rosa e Ingrid. - Le explicó Teo mientras la miraba desafiantemente. 

-Si que me has pillado. Es verdad que no tengo el implante mental obligatorio aunque al principio de conocernos intenté disimularlo dándote la información que me requerías. Pero ahí no acaba tu teoría ¿no?- Añadió Sheila esbozando una leve sonrisa.

-Pues no. La aparición fortuita de los lobos la noche en que nos rodearon los proscritos y que nos salvaron del enfrentamiento con ellos, tu entereza durante aquella noche, el hecho de que nos invitaran a comer en Cirueña cuando fuiste a pagar y como conseguiste convencer al responsable del yacimiento de Atapuerca para que nos dejaran visitar aquel lugar me demuestran que utilizas habilidades que necesitan de un poderoso desarrollo del lado axial de la mente, lo que es imposible de aprender a ejecutar en este mundo y más a tus años de edad. Por lo tanto me atrevo a decir que eres una entidad sobrenatural que ha encarnado en este mundo con un método que desconozco y que nuestro primer encuentro en los bosques fue un acto totalmente deliberado por ti. - Dijo Teo con la mirada clavada en la de su socia de viaje.

-Vaya capacidad de deducción. Pero parece que no soy la única que lleva una máscara puesta, Teo ¿O debería llamarte Sófocles, miembro de la casa de Júpiter de Edén? - Preguntó Sheila recorriendo con su mirada desde los pies hasta los ojos del viejo.

Entonces el viejo se puso nervioso y se dio la vuelta para ver si alguien era capaz de escuchar la conversación que debía permanecer en el más estricto secreto según su educación y ética. Cuando vio que no había nadie más en la Capilla en la que se encontraban Teo miro a Sheila y le dijo:

-¿De donde has sacado ese nombre?

-Yo se muchas cosas compañero. Como bien has dicho yo te busqué, te encontré y te he elegido entre otros retornados a la Tierra como tú  para que cumplas en el futuro una misión y dejes de gastar tu maná para atraer animales del bosque hasta tu daga para preparar esos deliciosos guisos. - Manifestó la ya desconocida entidad que se escondía tras la identidad de Sheila.

-Pero ¿Quién eres? - Indagó el viejo.

Sheila a continuación chasqueó los dedos y la puerta que daba a la nave lateral por la que habían entrado a la Capilla así como la que daba acceso al Claustro de la Catedral se cerraron, aislando a ambos en aquel lugar. Teo se quedó en shock tras ese acto y Sheila le dijo mientras comenzaron a sonar las campanas situadas en una de las agujas de la Catedral dedicadas al reloj:

-Aquí soy Sheila pero mi verdadero nombre es Ygnomé en el Plano Superior al que tú también accediste hace más de dos mil quinientos años tras superar tu evaluación por vuestro Alto Tribunal de Ascensiones en Edén.

-Por lo visto también tienes desarrollado el lado elemental de la mente porque has movido materia sin tocarla y no, no conozco ningún Dios en Edén que tenga ese nombre. - Dijo Teo, ya desenmascarado como Sófocles por la muchacha.

-Porque soy algo más que un Dios, Sófocles. Para aclararte un poco tengo el mismo rango que la entidad que se manifestó en el Tratado de las Esencias y que hizo evolucionar a los cinco elegidos para liderar las Arcas Estelares y que, por cierto y como sabes, gobierna tu Esfera de Existencia conocida como Edén en el Plano Superior.

-¡Ostias! ¿No jodas que he estado tratando todo este tiempo con uno de los veintisiete Agentes Primigenios creados directamente por el Supremo Hacedor? - Dijo el viejo.

-Con uno de los treinta y seis. Yo soy de la tercera generación creada a partir de la traición a nuestro Creador de nueve Agentes Primigenios que abrazaron la disruptividad jurando lealtad a otro que odia a nuestro Supremo Hacedor. - Proclamó Ygnomé volviendo a mirar el retablo que presidía la capilla.

-Sí, algo sé de esa historia. - Añadió Sófocles.

-Pero vamos al grano Sófocles. Durante mis dos años de existencia en la Tierra he conocido y evaluado a otros Agentes Inducidos como tú para, en el caso de que los eligiera, encomendarles cierta información y una misión. De entre todos ellos te he elegido a ti, así que presta mucha atención de aquí en adelante. - Dijo Ygnomé.

-Y yo que quería envejecer de una forma tranquila para disfrutar de mis vacaciones en este Plano. -Dijo el viejo llevándose las dos manos a la cara.

-Olvídate de tus deseos Sófocles porque a partir de ahora tendrás que centrarte en los míos. - Dijo Ygnomé mientras se quitaba su gran macuto, lo dejaba en el suelo y se acuclillaba para rebuscar dentro de él hasta que dio con un pañuelo de seda alargado que parecía envolver algo. El Agente Primigenio enmascarado tras la identidad de la muchacha retiró el pañuelo para mostrar lo que este envolvía y le preguntó al viejo: -¿Sabes lo que es esto?

El rostro de Sófocles se puso blanco al ver lo que le mostraba Ygnomé y rápidamente el viejo volvió a tapar con el pañuelo aquella cosa que había desenvuelto el Agente Primigenio con sus manos.

-Esto no debería estar aquí. Esto pertenece al Plano del que procedemos.

-¿Sabes lo que es? - Volvió a preguntar Ygnomé.

-Es una pluma de un Aurifos, los recaudadores de nuestro Creador dados a luz por Ícanus, uno de los cinco primeros Agentes Primigenios, para servirle por todo el más allá. Nunca había visto una personalmente. ¿Cómo la has conseguido? - Inquirió Sófocles mirando al pañuelo que envolvía a aquel llamativo objeto.

-Mas que cómo la he conseguido es lo que significa. La aparición de mi hermano en el del Tratado de las Esencias para otorgar información y poderes a los cinco elegidos no fue un acto aislado Sófocles. El Supremo Hacedor de nuestro Todo, mi padre, también prestó atención durante unos minutos a este planeta y no fue al Tratado de las Esencias sino a otro lugar. Cuando el Supremo Hacedor presta atención a algo acto seguido los Aurifos aparecen en ese lugar para averiguar el porqué de ese acto divino. Al tratarse de este plano físico estos se manifestaron tan solo energéticamente pero en algún momento de esa misión los Aurifos tuvieron que encarnarse en sus Avatares como consecuencia, en mi opinión, de ser amenazados por algo y acto seguido se libró una escaramuza. Fueron dos Aurifos los que visitaron este planeta y jamás volvieron a sus Cámaras de Existencia en su Esfera de Existencia dirigida por Ícanus, según mis informaciones. Algo sumamente poderoso fue capaz de derrotarlos y destruirlos para siempre.

-¿Ni siquiera pudieron reintegrarse a la existencia en el otro Plano?¿Qué tipo de artes destructivas utilizaron contra ellos? - Indagó Sófocles bajando el tono como si alguien pudiera escucharlo.

-Artes arcaicas que solo conocen unos pocos y que requieren de un gran poder y sabiduría lo que demuestra que el enemigo ha involucrado en este asunto a Agentes de alto nivel y, por lo tanto, que lo que estamos buscando es de vital importancia para ambos bandos y planos de existencia. - Replicó Ygnomé con cara de seria preocupación.

¿Y cuál fue el motivo por el que el Supremo Hacedor prestó atención a nuestro planeta? - Preguntó Sófocles tocándose la trenza que había elaborado con su barba.

-Esa es la clave amigo mío. Es un gran enigma y por ello te he elegido Sófocles, para que investigues que es lo que llamó la atención de mi padre, nuestro Creador. - Contestó Ygnomé.

-¿Por qué no le preguntas directamente a tu padre? - Indagó Sófocles.

-Mi padre solo se ha comunicado con sus primeros cinco hijos antes de la traición de Ululan. Desde entonces es imposible comunicarse con Él. Es una forma de ser imparcial con respecto a su creación. - Contestó Ygnomé.

-¿Y por dónde debería comenzar? - Consultó Sófocles bajando su mirada al suelo.

-Esta pluma de un Aurifos la encontré en un anticuario en Alicante y el dueño de este me dijo que se la compró a un cliente que la había encontrado en el Castillo de Santa Bárbara en esa misma ciudad. En algún momento de la escaramuza que debió de librarse allí una de las plumas de un Aurifos se desprendió de su cuerpo y no se desmaterializó tras su destrucción.. Por lo tanto y a priori si los Aurifos libraron el combate allí es porque seguramente Alicante fue el epicentro de la atención del Supremo Hacedor. Deberías comenzar en esta ciudad tus investigaciones.- Sugirió el Agente Primigenio levantando el mentón de Teo y haciendo contacto visual con él.

-Veo difícil averiguar algo con tan poca información.- Dijo Sófocles cerrando los ojos.

-Como te dije, tu capacidad deductiva es poderosa Sófocles. Tienes que intentarlo pero recuerda que algún Agente o Agentes Inducidos del bando traidor al Supremo Hacedor también van detrás de nuestro objetivo y por lo que parece son tan poderosos como para derrotar a dos Aurifos. Es decir, parece que lo que buscamos es de suma importancia para el futuro de nuestro Todo que, obviamente, incluye a este Plano. - Aclaró Ygnomé dándole un golpe muy leve en el corazón a Sófocles.

-¿Y porque el Supremo Hacedor no toma cartas en el asunto? - Preguntó el viejo.

-Ya sabes que es imparcial con respecto a su creación. Ni siquiera mueve un dedo con respecto a los Agentes Primigenios que abrazaron la disruptividad y que trabajan para cortar su cabeza. - Contestó Ygnomé levantando las manos por encima de sus hombros a modo de incomprensión.

-¿Y porqué no te encargas tú personalmente de esta misión? - Volvió a preguntar Sófocles.

-Todo lo que te he dicho indica que una sombra está emergiendo en el otro plano al que tú y yo pertenecemos. Por eso debo centrar mis esfuerzos en enterarme de que es lo que esta pasando en el Mundo Intangible. Pero por lo que he visto hasta ahora las raíces de esa sombra ya han embaucado a más Agentes de todo tipo de los que te puedas imaginar. Hace ya mucho que fracasó la rebelión del hijo favorito de mi padre y esta vez parece que otros la están llevando a cabo con más preparación e intensidad, embaucando a más Agentes, tanto Primigenios como Inducidos. Así que pon mucha atención y no te fíes de nadie durante la misión que te estoy encomendando aunque está claro que necesitarás apoyarte en aliados. Solo te puedo decir que sigas tu intuición ya que me has demostrado que la tienes bien desarrollada. - Contestó el Agente Primigenio esbozando una leve sonrisa en su joven rostro.

-No sé como quieres que este viejo se encargue de esta misión de suma importancia. Yo tan solo me dedico a construir ideas para mi Dios, Júpiter, y su Casa Sagrada en Edén. - Replicó Sófocles haciendo aspavientos. 

-Oh mi querido Sófocles. Al igual que mi hermano hizo evolucionar la mente de los cinco elegidos en el Tratado de las Esencias yo me encargaré de hacer lo mismo contigo. A partir de ahora tu cuerpo físico no envejecerá más y el lado axial de tu mente evolucionará aún más y de forma progresiva hasta el punto de que te puedas comunicar con el otro Plano así como conmigo cuando yo lo crea conveniente, entre otras funciones que ya irás descubriendo poco a poco. El lado funcional de tu mente también se verá reforzado poco a poco. - Añadió la joven acercándose al viejo lentamente.

A continuación Ygnomé puso su mano en la cabeza de Sófocles y el cuerpo de este comenzó a brillar al completo durante unos segundos que parecieron minutos para el viejo. Ygnomé le dijo que poco a poco iría aprendiendo a controlar sus nuevas habilidades mientras quitaba la mano de su frente y le dedicaba una sonrisa. Entonces el Agente Primigenio encarnado en el cuerpo de la muchacha se quitó su macuto y otros utensilios que portaba y comenzó a desnudarse con sumo cuidado empezando por sus botas de montaña. Cuando estuvo completamente desnuda miró al viejo Sófocles y le dijo:

-Recuerda que el enemigo puede estar por todas partes y es poderoso por lo que no puedo llegar a imaginar los recursos y habilidades que puede llegar a emplear para hacerse con el activo que llamó la atención del Creador. Gracias por haber compartido conmigo estos días maravillosos y tu sabiduría. Te deseo lo mejor en esta nueva fase de tu vida, Sófocles. Cuídate.

Antes de que el viejo pudiera pronunciar una palabra la iluminación de la sala se volvió más poderosa debido a que los rayos de sol que entraban por las vitrinas situadas arriba del retablo que presidía la estancia se intensificaron radicalmente. Cuando estos rozaron el cuerpo de la muchacha este comenzó a desvanecerse rápidamente hasta que tan solo quedaron en el suelo las pertenencias de la joven a la que había conocido como Sheila. Sófocles tardó unos minutos en reponerse de aquel shock y cuando lo hizo comenzó a recoger las cosas entre las que se encontraba la pluma de Aurifos y la pulsera que le había regalado para meterlas en el macuto de su compañera ya desaparecida. Cuando acabó, abandonó la Catedral, desierta en su interior, por el mismo pórtico por el que había accedido y donde otro grupo de turistas esperaba la orden para entrar al templo del mismo guía que había dirigido al pelotón del que el viejo y la joven muchacha habían formado parte. Sófocles comenzó a avanzar sin rumbo por las calles céntricas de Burgos intentando asimilar lo que había vivido escasos momentos antes y al final decidió sentarse a tomarse un café en un bar para relajarse, pensar y aliviar la carga física que llevaba, incrementada con las pertenencias de su vieja compañera. Allí pensó en ir a ver a Rosa e Ingrid al hotel para decirles que Sheila no aparecería debido a alguna excusa que debía inventar pero al final descartó esa opción porque no tenía el cuerpo para hacerlo así que se dedicó a repasar la conversación con Ygnomé de una forma muy exhaustiva para intentar leer entre líneas todo lo que pudiera.

El viejo había aceptado cumplir la misión que se le había encargado pero no tenía ni idea de como comenzar y también el miedo lo abrazó ya que como iba él a enfrentarse a las amenazas que la encomienda llevaba anexas y que habían sido capaces de derrotar a dos Aurifos. La cabeza le daba mil vueltas hasta que recordó una lección del budismo acerca de centrarse en el presente, cosa que hizo tras calmar su mente con una serie de respiraciones a la vez que pronunciaba unos mantras internamente. Lo mejor es que aquella conversación con aquel Agente Primigenio se asentara en su cabeza dejando pasar un poco de tiempo para abordarla desde otro estado de ánimo. El viejo decidió cumplir con otra obligación que no era ni más ni menos que la de visitar al viejo compañero que tenía en Burgos así que tras darle el último sorbo al café, el viejo se puso en marcha hacia el último lugar donde se había despedido de él hacía más de seis meses y que quedaba bastante lejos. Cuando abandonó las vías peatonales del casco urbano de Burgos decidió coger un taxi para que que le llevara hasta allí y cuando llegó y tras superar la puerta de entrada de un negocio de alquiler de plazas de larga duración para caravanas y autocaravanas, rápidamente localizó a su objetivo. Poco a poco Sófocles se fue acercando a él rememorando episodios del pasado que habían disfrutado juntos y cuando estuvo lo bastante cerca le saludó utilizando el nombre de Pegaso con una gran sonrisa en la cara. Cuando Sófocles estuvo a su lado, quitó la lona  que lo cubría revelando una autocaravana con una antigüedad de más de treinta años de un modelo épico para los amantes de estos vehículos por la curvatura que poseía su línea y por el color gris claro metalizado del chasis que sostenía en su parte frontal dos faros redondos que caracterizaban a la marca que la había construido. La autocaravana estaba sostenida por cuatro patas articuladas en cada esquina del vehículo y el viejo la recordaba tal y como la había dejado lo que le alegró bastante ya que tenía un gran valor sentimental para él.

Sófocles no se entretuvo mucho con el exterior de la autocaravana ya que no tardó en acceder a la parte trasera de ella para depositar la excesiva carga que llevaba. Durante casi media hora fue abriendo los armarios y cajones de su interior para recordar que posesiones guardaba y que es lo que le haría falta para elevar la comodidad de la que sería su nueva casa al menos durante una cantidad considerable de tiempo. Cuando acabó se dirigió al sofá del interior de la autocaravana, lo levantó y sacó una de sus posesiones más valiosas, una katana que le regaló un amigo en la aldea de Kiyotaki durante su estancia en Japón, elaborada respetando la tradición y que estaba hecha de acero tamahagane. Teo volvió a dejar la katana oculta bajó el sofá junto a la daga que había llevado bien escondida todo el tiempo y accedió al asiento del conductor con la intención de ponerse en marcha para comenzar la nueva aventura que le esperaba, en principio, en Alicante. Tras someterse al reconocimiento facial del vehículo Sófocles apretó el botón de arranque y el vehículo respondió perfectamente elevándose un metro sobre el suelo a la vez que las cuatro patas sobre las que descansaba se recogieron. Después de unas comprobaciones a los monitores que reflejaban el estado técnico de la autocaravana Sófocles condujo hasta la entrada del parking y desde la ventanilla del conductor liquidó el contrato con la empresa que guardó el vehículo durante todo ese tiempo haciendo el último pago al androide correspondiente mediante su anillo bancario. 

Tras callejear por las inmediaciones de Burgos, Sófocles se incorporó por un carril de aceleración a la autovía de cuatro carriles que se dirigía hacia Madrid mientras se ponía unas gafas de sol que guardaba en una de las guanteras. Al rato y contento por volver a disfrutar de su vieja compañera y su conducción se dirigió a la Inteligencia Artificial del vehículo para solicitarle que pusiera una lista de reproducción de temas de rock de mil novecientos setenta que tanto le gustaban. Entonces comenzó a sonar una canción conocida como "The Seeker", del grupo "The Who". Sófocles no pudo resistir las ganas y comenzó a mover su cabeza al ritmo de la música mientras pensaba cual sería su siguiente destino ya que tenía bastantes opciones para elegir en el cumplimiento de la misión que Ygnomé le había encomendado y que le había comenzado a entusiasmar por haberse convertido en una pieza del plan de un Agente Primigenio leal al Supremo Hacedor, lo que había desplazado todo sentimiento negativo que había nacido dentro de él tras conocer ciertos detalles de su nueva misión. Esto dio lugar al primer pensamiento lógico de Sófocles acerca de su nueva tarea y que era la necesidad de reunir a varios aliados que le pudieran ayudar a cumplirla ya que él solo no tenía nada que hacer contra el poder del adversario que Ygnomé mencionó en la conversación que habían tenido. Al viejo no le quedaba otra que tirar de astucia y de la mejora de su ya desarrollado lado axial de la mente.

Al ratito de viajar por la autovía, Sófocles escuchó dos palabras dentro de su cabeza que decían "ánimo compañero" y que rápidamente reconoció como la voz de Ygnomé pese al alto volumen de la música. El viejo sonrió y tocó la pulsera que le había regalado a Sheila días atrás. Solo esperaba poder ser útil para aquel poderoso y singular Agente Primigenio en esta nueva aventura y etapa de su vida en la Tierra que comenzaba casi a finales de Agosto del año dos mil doscientos veinticuatro d. C.


CAPÍTULO II







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