CAP. 1.9: LLEGADA A BURGOS

A las ocho de la mañana el cuarteto se reunió en la Calle de la Iglesia del pueblo y comenzaron a andar hacia el oeste con la intención de alcanzar Burgos sobre las tres de la tarde, donde comerían y por la tarde podrían dedicarle tiempo a esta maravillosa ciudad. El camino era bastante agradable debido a su carácter rural y se desarrollaba por la sierra de Atapuerca y sus estribaciones. Los cuatro dejaron atrás el pueblo de Agés y alcanzaron Atapuerca sobre las nueve y media de la mañana mientras conversaban acerca de la Constitución del Estado Mundial aprobada en referéndum global hacía más de setenta años y que daba lugar a varios poderes, entre ellos, la existencia de dos nuevos que hasta ahora ninguna nación había reconocido. Teo fue el más participativo explicando al grupo que la Constitución del Estado Mundial reconocía al poder ejecutivo, al judicial y al legislativo pero también reconocía al poder comunicativo y al poder empresarial como fuentes de poder que tenían mucho peso en la organización e influencia en la vida de la ciudadanía y en las decisiones políticas. Así se acabó de un plumazo con la clandestinidad de la influencia de estos sobre las decisiones de los tres primeros. 

Otro eje transversal que acometió el Gobierno Mundial fue la legalización de sectores que antes estaban sometidos al control de organizaciones poderosas en la sombra como la prostitución y las drogas lo que conllevó el aumento de la recaudación de los países y un control público y responsable de su consumo y ejercicio. Todo esto así como otras actuaciones como la creación de un Banco Público Mundial que atesoraba la mayoría de los depósitos de los ciudadanos o la eliminación de paraísos fiscales. Estas políticas fueron, al principio y antes de su implementación, recomendaciones de una Comisión anexa al Gobierno Mundial conocida como la Cámara de los Filósofos. Esta Cámara estaba formada por eruditos de reconocida experiencia especializados en varios campos de conocimiento, entre ellos, la filosofía y para acceder a ser miembro de ella se requería de la autoría de obras filosóficas propias circunscritas al sector público y su reordenamiento para conseguir un mundo más justo, sostenible y prometedor. 

Las tres compañeras de Teo se quedaron asombradas por todo lo que sabía el viejo y por su forma de contarlo, muy entendible y amena. Rosa e Ingrid de vez en cuando añadían información desde su dilatada experiencia profesional y personal y, en general, el cuarteto estaba de acuerdo en que el Gobierno Mundial había conseguido en aproximadamente setenta años lo que otros ni siquiera rozaron a lo largo de los siglos de la historia. Al final la filosofía había vuelto a despertar como un área de conocimiento imprescindible para la humanidad gracias a los resultados de las muchas políticas mundiales que nacieron en la Cámara de los Filósofos y muchos Estados nacionales y continentales habían comenzado a crearlas en sus propios ordenamientos, entre los que se encontraba España.

Sheila tan solo escuchaba ya que la conversación muchas veces se dirigía a ella a base de explicaciones de cómo eran las cosas antes y las barbaridades que se cometían en el mundo antes de que el Gobierno Mundial naciera y llevara a cabo las reformas que dieron lugar al mundo que la muchacha conocía. A esta le vino a la cabeza como Teo le explicó que hacía tiempo cualquiera podía utilizar las letales armas de fuego a su antojo pero parecía que no era la única cosa dantesca que había azotado a la humanidad tiempo atrás. Todo esto le hizo a Sheila hacerse una idea acerca de como había cambiado el mundo para mejor desde que se constituyera el Estado Mundial y el gran peso en este proceso de la Cámara de Filósofos sobre la que habían estado hablando Rosa, Ingrid y Teo. 

A continuación el grupo alcanzó Olmos de Atapuerca y se dirigió a examinar la parroquia de Nuestra Señora de la Natividad, de estilo renacentista. Tras ese breve receso continuaron el camino pedregoso y que alojaba bastantes pendientes. Esta vez el grupo conversaba acerca de cómo sería vivir fuera del planeta Tierra. Teo dijo que la nueva tecnología había permitido alcanzar a ciertas naves espaciales la asombrosa cuarta parte de la velocidad de la luz así que siempre se podía volver a casa en una cantidad asequible de tiempo por lo que tan solo las nuevas Arcas Estelares se iban a alejar lo suficiente para que la distancia supusiera un problema. El viejo también dijo que tan solo se requerían quince horas para alcanzar la Mega Estación Espacial de Urano desde la Mega Estación Espacial de la Tierra, el punto más lejano al que cualquier individuo podía viajar en el Sistema Solar. Entonces Ingrid comentó que tenía un amigo que había comprado un local en la Mega Estación Espacial de la Tierra y había montado un restaurante de comida rápida parcialmente automatizado por lo que decidió asentarse allí. Cuando Rosa hablaba con él, este estaba bastante contento ya que era como vivir en una ciudad que ofrecía todo tipo de servicios ya que por allí pasaba un gran número de viajeros con destino a la Tierra, la colonia de la Luna, Marte u otras Mega Estaciones de otros planetas del Sistema Solar. Además en la Mega Estación de la Tierra contaban con un parque natural que le recordaba a la vida en la Tierra y que solía visitar cuando la echaba de menos. Rosa añadió que su amigo tardaba tan solo dos horas en alcanzar el Aeropuerto Espacial de Madrid por lo que la vida era bastante llevable aunque los precios de los vuelos espaciales eran algo caros. Rosa también participó en la conversación diciendo que había visitado a su hijo mayor en Marte un par de veces y que se había sentido cómoda estando allí ya que todo en el espacio estaba diseñado para ofrecer confort y no pasar calamidades por estar fuera del planeta natal de la especie humana. Sheila prestaba atención al grupo y, de vez en cuando también, a sus propios pensamientos que nada tenían que ver con el tema de conversación. Cuando el grupo la miró para conocer su opinión tan solo dijo que nunca había abandonado la Tierra así que no tenía nada que aportar. 

La conversación cambió de tema cuando Teo  les explicó a sus compañeras de la importancia de la Mega Estación Espacial de Urano para el Gobierno Mundial debido a que era la colonia espacial más grande e industrializada del sistema solar lo que la convertía en una importante proveedora de materia prima, recursos y riqueza. Debido a ello y por sentirse injustamente tratados a nivel fiscal así como por el desapego desarrollado por estar tan alejados de la Tierra, se había producido un caldo de cultivo independentista. Rosa informó al grupo de que no había nueva información con respecto al encuentro entre el Presidente del Gobierno Mundial y los líderes independentistas.

Para entonces el grupo dejo atrás Cardeñuela Riopico y Orbaneja Riopico parando tan solo a disfrutar de los estilos renacentistas de sus iglesias y de su entorno rural pues ya se podía ver en el horizonte el área metropolitana de Burgos. En este último pueblo se había asentado una comunidad hippie bien equipada con autocaravanas y habían montado un mercadillo donde vendían toda clase de artesanías elaboradas por ellos. Teo se interesó por su actividad y le explicaron que recorrían los pueblos de todos los Caminos de Santiago vendiendo sus artículos y disfrutando de aquellos entornos rurales. Teo compró un par de pulseras de cuero bien elaboradas y le regaló una a Sheila como símbolo de su amistad lo que casi hizo llorar a la muchacha ya que sabía que le quedaba poco tiempo para disfrutar del viejo. Aquellos mercaderes ambulantes le dijeron que tenían su base en Aranda de Duero y que querían revitalizar aquel municipio ya que contaba con bastante infraestructura que si era reformada constituiría un buen lugar para vivir. Con ese objetivo estaban organizando un festival de música indie para mayo del año siguiente y esperaban que con la ayuda del  Nuevo Renacimiento se comenzara a asentar gente nueva con el objetivo de desarrollar procesos productivos artesanales y hacer crecer todavía más la comuna a la que pertenecían. El viejo les dijo que les visitaría en cuanto pudiera y les hizo una donación que llamó la atención de aquel colectivo que, a cambio, le regalaron un anillo de plata con el emblema de su comunidad. Tras una despedida cariñosa  con aquellos peculiares nómadas, el cuarteto siguió avanzando hasta alcanzar el primer barrio de Burgos llamado Villafría y que en la antigüedad había sido un municipio independiente hasta que el crecimiento de la ciudad lo absorbió y se produjo la mancomunación. Al sur el grupo pudo ver el Aeropuerto de Burgos y ahí comenzó una engorrosa e interminable entrada a la ciudad que albergaba más de cinco kilómetros de polígonos industriales y desde el cuál ya se podía ver los altos edificios que formaban su barrio financiero. Este estaba situado al sur del río Arlanzón y relativamente cerca del casco antiguo de la ciudad, presidido por la impresionante Catedral de estilo gótico y el Castillo de Burgos. Conforme avanzaron comenzaron a experimentar la vida de la gran ciudad, con androides de todo tipo y ciudadanos por las calles rindiendo cuentas a su rutinas laborales y personales y que Sheila aborrecía claramente tal y como reflejaba su cara.

El grupo alcanzó el centro de Burgos por sus calles peatonales sobre las cuatro de la tarde y lo primero que hicieron fue localizar un lugar para comer al lado del paseo que discurría junto al río. Cuando acabaron de comer todos optaron por alojarse en el mismo hotel, situado en el mismo centro de la ciudad y que contaba con una elevada categoría. Rosa e Ingrid lo escogieron para poder disfrutar de masajes y cuidados corporales que tanto necesitaban para retomar el Camino de Santiago como Dios mandaba, según sus palabras. El hall de aquel lugar era impresionante por su tamaño como por su decoración, repleto de frescos relacionados con la historia de Burgos y amueblado exquisitamente con piezas antiguas y bien conservadas. El grupo fue atendido por un androide con el que realizaron las gestiones de reservar dos habitaciones dobles y a las que fueron guiados por otros autómatas que se encargaron de portar sus macutos y equipajes. Rosa e Ingrid optaron por pasar la tarde en el hotel para recibir todo tipo de cuidados y disfrutando del spa y otros servicios de relax y así se lo comunicaron a Teo y Sheila. El viejo y la joven muchacha pospusieron esos servicios para después de cenar y decidieron darse una vuelta por Burgos para admirar su patrimonio histórico empezando por los exteriores de la Catedral de Santa María la Mayor y donde fueron informados que las visitas al interior tan solo estaban autorizadas por la mañana. Teo y Sheila acordaron que no se irían de allí sin ver el interior al día siguiente ya que era algo obligatorio para cualquier peregrino que pasara por allí según fueron advertidos por distintos lugareños y por su propia intuición. Cerca de la Catedral pudieron ver otros monumentos históricos y después se encaminaron hacia el puente de Santa María para cruzar el río y poder visitar dos lugares que Teo quería mostrar a Sheila, los cuales eran el Monasterio de las Huelgas y la Cartuja de Miraflores, ambos de una gran belleza y ubicados en una zona más tranquila de la ciudad. Por último volvieron al centro para subir al Castillo que se elevaba setenta y cinco metros sobre la ciudad y que les proporcionó unas vistas maravillosas de la ciudad-

A las nueve de la noche volvieron al hotel para encontrarse con Rosa e Ingrid en su habitación portando albornoces, totalmente relajadas y ligeramente rejuvenecidas. Cuando se vistieron y se prepararon, el cuarteto abandonó el hotel con la intención de encontrar un sitio para cenar que encontraron sin mucha dificultad. La cena se desarrolló en un ambiente muy alegre entre risas y un buen rollo que Teo achacó a una actitud positiva de Rosa e Ingrid nacida de la tarde de relajación de la que habían disfrutado. En mitad de la cena Sheila se levantó para ir al aseo, algo que aprovechó Teo para hablar con Rosa e Ingrid de algo que no quería que escuchara su joven compañera.

-Bueno, chicas, hoy es la última cena que vamos a disfrutar juntos. Aquí acaba mi Camino de Santiago.

-¿Y eso Teo? ¿Pasa algo? - Preguntó Rosa.

-Para nada. Lo único es que le prometí a Sheila que la acompañaría hasta Burgos y aquí se separarían nuestros caminos. Tengo cosas que hacer en otros sitios que me reclaman. He querido decíroslo sin que ella esté presente porque sé que es algo que le pone triste y no quiero alterar su estado de ánimo ahora con lo bien que se lo está pasando. - Contestó Teo dando un golpecillo en la mesa.

-Bueno, pues nosotras también te vamos a echar de menos. ¿Quién va a cuidar ahora de nuestro androide? - Dijo Ingrid dibujando una leve sonrisa en su cara que pegó a Teo.

-Gracias. Solo os pido que cuidéis de Sheila durante el resto del Camino porque no me gustaría que lo recorriera sola y porque me parecéis dos personas estupendas con las que ella puede hacer muchas migas. - Añadió Teo.

-No te preocupes Teo. Así lo haremos. - Expuso Rosa con su mirada puesta en los ojos del viejo.

-Mañana vamos a ver la Catedral por dentro a las nueve de la mañana. ¿Os apuntáis? - Inquirió Teo.

-Pues la verdad es que no. Habíamos pensado en descansar todo lo que pudiéramos hasta que nos echen del hotel. Tu eres el primero que sabes que la edad no perdona, Teo. - Dijo Rosa haciendo un gesto que expresaba la obviedad de su afirmación.

-Vale, pues cuando acabemos la visita que os llame. Me dijo que ya había compartido la identidad digital con vosotras. - Informó Teo a sus compañeras.

-Que yo sepa no. Ni con Ingrid tampoco. - Expuso Rosa mirando a Ingrid.

-Vale. Pues no le pidáis de compartirla. No se porqué pero no le gusta hacerlo y no quiero que se ponga tensa por pedírsela. - Dijo Teo al cabo de unos segundos con cierta cara de sorpresa mientras se tocaba su barba blanca de una forma peculiar.

-Ok. Simplemente cuando acabéis la visita venid al hotel y nos despedimos. - Añadió Rosa.

-No va a poder ser. Yo he quedado con un viejo amigo después de la visita. Pero le diré a ella que os podrá encontrar en el hotel antes de la hora de salida obligatoria que creo que es a las doce ¿no? - Preguntó Teo a la vez que no dejaba de tocarse la barba.

-Sí. Aunque deberíamos madrugar preferimos descansar y llegar hasta donde podamos mañana. - Dijo Ingrid.

-Bien chicas. Pues gracias por vuestra compañía estos días y acordaros de cuidar a mi joven compañera aunque si os digo la verdad, no se quien va a cuidar a quien. - Dijo Teo antes de soltar una carcajada que hizo que Rosa e Ingrid se rieran también.

Entonces Sheila volvió del aseo, se sentó en la mesa y preguntó de qué se reían. Teo le contestó que había apostado a que seguro que no había aprovechado el viaje al aseo para pagar la cena. Sheila soltó otra carcajada mientras pensó para ella que el viejo no tendría que invitarla más a partir del día siguiente. Entonces Ingrid llamó al androide para hacerse cargo de la cuenta. Tras ello los cuatro se levantaron y pusieron rumbo al hotel al que llegaron sobre las diez y media de la noche. Los cuatro se despidieron hasta el día siguiente en la entrada de sus habitaciones donde Rosa e Ingrid le dieron un fuerte abrazo a Teo y unos besos a la muchacha. El viejo y Sheila decidieron disfrutar de un masaje de piernas de la mano de dos androides que aparecieron en la habitación tras solicitar ese servicio a la recepción del hotel. Cuando acabaron de disfrutar de aquel servicio ambos se fueron a dormir con el mismo pensamiento, el cual era que aquella sería la última vez que pernoctaran juntos.


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