CAP. 4.11: CAMBIO DE TURNO

Lo primero que hizo Teo cuando abandonó su autocaravana bastante tarde por haber dormido más de lo normal, fue darse un paseo por el parking para tratar de localizar la casa rodante de Isi pero no tuvo suerte lo que le hizo pensar que este se había tomado muy a pecho la misión de espiar la casa de Carlos Jones aunque otro tipo de pensamientos comenzaron a pasarle por la mente relacionados con las consecuencias que podía enfrentar su compañero si era descubierto en su tarea. Teo no tardó en cortar dicha actividad mental pesimista y decidió dirigirse al casco antiguo del municipio con la intención de planificar el día durante el trayecto pero no se le ocurrió nada salvo desplazarse a Pardilla para tratar de localizar a Isi y que este  le informara de sus avances pero al final descartó esa opción y se sentó en la terraza de la cafetería que ya había frecuentado más de una vez  junto a la Iglesia Santa María la Real. Cuando le sirvieron el café sacó su pipa y todo lo necesario para prepararla y no tardó en comenzar a divagar con la primera calada profunda que dio mientras miraba concentrado el fondo de una de las calles que daba al sitio donde estaba.

Una de las cuestiones que Teo abordó fue la existencia de demonios menores en el plano físico y, en específico, en la Tierra. El viejo tenía muy claro que estos existían y que su forma respondía a una energía invisible que se movía libremente por los dominios de la humanidad con el objetivo de poder acceder a las mentes humanas para sugestionarlas e influenciarlas para que hicieran algo que tuviera valor añadido para ellos o sus superiores. Durante su formación en Edén, Teo sabía que el modus operandi de los demonios era entablar una relación con las almas humanas para conseguir que éstas dieran acceso a las mentes de sus yo conscientes, es decir, los individuos en cuestión. Para ello los demonios agasajaban a las almas con todo tipo de recursos que poseían como tiempo existencial, conocimientos e incluso a veces llegaban a doblegarlas causándoles terror o amenazándolas si el alma era joven o inexperta en el plano físico. Al final era imposible evitar que los demonios menores camparan a sus anchas y tuvieran éxito con ciertas personas alimentándose de sus emociones negativas que estos viles seres eran capaces de provocar como el odio, la tristeza o la ansiedad entre otras muchas más, emociones que canjeaban por tiempo existencial a través de métodos que el viejo desconocía. Estos demonios menores eran creados por  demonios mayores, mucho más poderosos y que representaban un verdadero peligro para la evolución de cualquier raza en el plano físico cuando varios de ellos eran capaces de coordinar sus maléficas acciones. 

Teo sabía perfectamente que los demonios mayores eran secuaces de los nueve Agentes Primigenios que abrazaron la disruptividad nacida de la atención caótica al Todo, es decir, el mundo intangible y el mundo físico, de un ser del rango del Supremo Hacedor como consecuencia de un error de cálculo de este. La mayoría de los demonios mayores provenían de las nueve esferas de existencia malditas y tenían tal nivel de conocimientos y poder que algunos eran capaces desde materializarse físicamente hasta someter a las almas más experimentadas y resilientes para que abandonaran a su suerte al yo consciente al que daban lugar como resultado de la conjunción con la correspondiente conciencia. Y este pensamiento se cristalizó en preocupación en la mente de Teo ya que el hecho de que el Supremo Hacedor prestara atención a una localización en la Tierra podría haber atraído a unos cuantos demonios mayores y peor sería si estos estuvieran trabajando conjuntamente para volver a sumergir a la civilización humana en una etapa de oscuridad y desesperación tal y como ya había sucedido varias veces en la historia conocida.

Estaba claro que los dirigentes de Edén trataban de contrarrestar la labor destructiva de estos demonios mayores con la implementación de acciones y estrategias pero con muy poco éxito ya que se trataba de una tarea casi imposible por unos cuantos motivos entre los que se encontraban la astucia de los representantes del mundo demoníaco o el respeto al concepto de mecanicidad del universo con el que el Supremo Hacedor había creado el Todo y que suponía que se debía garantizar el libre albedrío. Entonces a la mente de Teo vino una idea que expresaba que Ygnomé se había cansado de no poder intervenir ante el crecimiento de una sombra inquietante que amenazaba a los dos planos que constituían la Creación. Si las fuerzas oscuras trabajaban para destruir todo lo conocido y las fuerzas de la luz tan solo se dedicaban a optimizar todo lo relacionado con la producción de recursos útiles para el Supremo Hacedor llegaría el momento en que una explosión de acontecimientos sucedería para dirimir el destino de la Creación y por eso Teo veía bien que alguien con el poderío de Ygnomé ya estuviera trabajando para, al menos, averiguar que pasos estaban dando los enemigos del Supremo Hacedor y la liga de razas leales a este. Si el Supremo Hacedor había decidido no intervenir bajo ningún concepto en su Creación pese a que corriera serio peligro, eso no quería decir que los que sí querían hacer algo para defenderla traicionaran el principio cognoscible de mecanicidad total. El viejo pensó que la próxima vez que hablara con Ygnomé le preguntaría por qué aquellos agentes leales al Creador no habían decidido ya aplastar a los Agentes Primigenios disruptivos, padres de los demonios, y sus nueve esferas de existencia para tratar de acabar de raíz con el problema.

Teo le dio un sorbo más al café y después una calada a la pipa para aparcar esa línea de pensamiento sin perder el nivel de abstracción que había conseguido con la intención de abordar más cuestiones. El siguiente tema que nació en la mente del viejo fue el éxodo estelar de la humanidad que más pronto que tarde iba a ocurrir cuando las arcas estelares, también conocidas como estrellas de la esperanza, despegaran en dirección a los destinos señalados por el Gobernador de Edén cuando se materializó para sorpresa de todos en el Tratado de las Esencias. La cuestión, pensó Teo, era discernir el motivo por el cual aquel Agente Primigenio se inmiscuyó en ese proyecto y que es lo que encontrarían los príncipes estelares en esos remotos lugares. Estaba claro que el avance en el desarrollo de tecnología e investigación se habían estancado desde hacía unas décadas para la humanidad y por ello en Edén habían llegado a la conclusión que la raza humana necesitaba un tirón que supusiera la aceleración de su evolución. Otra opción era que existiera vida en algún planeta del plano físico que necesitara la tutela del ser humano para desarrollarse o quizás simplemente en la parcela del mundo intangible a la que pertenecía la humanidad se quería que el ser humano diversificara su existencia ante alguna debacle en el sistema solar. Pero el viejo utilizó el recurso de sacar factor común y llegó a una conclusión que expresaba que la intervención sobrenatural se produjo debido a que la raza humana no podía desperdiciar el tiempo explorando las profundidades del espacio y por eso aquella indicó los puntos a los que los príncipes estelares, formados a conciencia por la élite de la humanidad y dotados con poderes sobrenaturales, debían dirigirse bajo el juramento público que declararon.

Tras el último sorbo del café, a Teo le invadió una idea que le sorprendió hasta a él mismo. Esta estaba circunscrita en el hecho de que cabía la posibilidad que su parada en Aranda de Duero no hubiera sido fortuita y que su mentora, Ygnomé, hubiera guiado sus pasos hasta la localidad donde se encontraba porque la maldad que azotaba al pueblo y sus pedanías guardaba algún tipo de relación con  la misión que debía llevar a cabo después en Alicante. El viejo se planteó seguidamente la posibilidad de que su compañera a la que había conocido como Sheila antes de que revelara su auténtica identidad hubiera influenciado sus pasos durante el camino de Santiago para que se topara con aquel mercadillo de la comuna donde obtuvo el anillo que ponía de relieve que era un mecenas de la comuna y que le sirvió para ganarse la confianza de su amigo Jon, quien había sido de vital importancia para que la investigación que estaba llevando a cabo junto a Isi progresara. Justo cuando el viejo comenzó a pensar que incluso el hecho de que aparcara junto a la autocaravana de Isi había sido obra del poder de Ygnomé, una paloma blanca descendió hasta posarse en la mesa de al lado y, tras unos segundos observándole, se puso a comer los escasos restos de comida que los clientes que se habían sentado allí hacía un rato habían dejado. Cuando el animal acabó, levantó el vuelo para ir a posarse en el tejado de la vieja iglesia. Teo se quedó absorto durante un tiempo considerable dándole vueltas a la idea y llegó a la conclusión que si había acertado en esa hipótesis sería algo maravilloso ya que si contaba con la guía de un ser con el rango de Agente Primigenio y a la vez con su destilada intuición podía enfrentarse a cualquier desafío que se le pusiera por delante, incluida la casi imposible encomienda que le fue ordenada en la catedral de Burgos.

Cuando el viejo se quiso dar cuenta ya eran la una de la tarde por lo que el elegir el lugar donde iba a comer pasó a ser su centro de atención. Este no tardó mucho en acabar con esa duda y se dirigió a su autocaravana con la intención de visitar algún pueblo cercano que dispusiera de algún negocio de hostelería. Antes de subir al vehículo, Teo dedicó unos minutos a comprobar si Isi había vuelto de Pardilla pero otra vez el resultado fue negativo. Al final optó por dirigirse a un pueblo llamado Lerma, el cual conocía de oídas, después de comprobar que había un asador operativo en el GPS. Sobre las dos de la tarde el viejo llegó al municipio y tras acceder al casco antiguo a través de una puerta de la muralla y recorrer una calle empinada, por fin alcanzó la plaza mayor en la que se encontraba su destino maravillado por los soportales típicos del medievo que había dejado atrás. Aquel lugar era grandioso y estaba presidido por el Palacio ducal, algo que conoció gracias a la amabilidad de uno de los lugareños con los que se topó y que también le informó de la existencia de unos cuantos monumentos que merecía la pena visitar, entre los que se encontraba un monasterio conocido como Deus Communio, refundado hacía ya un par de décadas desvinculado totalmente de la Iglesia y cuyos integrantes, de ambos sexos, habían crecido bastante en los últimos dos años como consecuencia del nacimiento del Nuevo Renacimiento.  La comunidad que residía en el convento se dedicaba a llevar una vida contemplativa, a formarse en distintos campos de conocimiento y a la elaboración de diferentes bienes artesanales incluyendo  productos alimentarios como dulces y tortas de azúcar, famosos en toda la zona, que servían como una fuente importante de ingresos para su mantenimiento. A Teo le sorprendió esta información ya que ese estilo de vida se había extinguido mayoritariamente en occidente desde hacía tiempo con la contundente decadencia de la Iglesia Católica así que decidió que no se iría de Lerma sin visitar aquel curioso monasterio.

Cuando entró al asador, Teo vio unos maceteros llenos de plumas de pavo real que no pudo evitar tocar y en lo alto de la barra había un cartel que indicaba que el negocio llevaba funcionando desde el año mil ciento treinta y seis lo que le indicó que debía ofrecer un servicio de alta calidad, algo que también se notaba en que estaba bastante lleno. Teo pidió para comer un combinado de carne de caza, la especialidad de la casa y cuando acabó de comer pidió que le sirvieran un café en las mesas de la terraza para poder disfrutar de las impresionantes vistas. Al rato un hombre de raza negra que debía tener unos cuarenta años se sentó en la mesa de al lado y Teo dedujo que debía tratarse de un cazador por el equipamiento que portaba que incluía, entre otras cosas, una ballesta, un carcaj repleto de saetas y un cuchillo Bowie que asomaba en su cinturón y que el viejo supo reconocer por su pasado en Estados Unidos. Ambos no tardaron en comenzar a charlar aunque el cazador llevó la voz cantante explicándole a Teo con un lenguaje rudo que la cosa esa de luces del otro mundo había provocado que la gente se interesara más por la vida rural  ya que parecía que la gente se había dado cuenta que en los pueblos se vivía como Dios si te lo montabas bien debido a que el nivel de vida era considerablemente inferior al de las grandes metrópolis y ciudades. Antes de que Teo le pudiera formular alguna pregunta que otra acerca de su estilo de vida y demandarle información relacionada con Lerma, el interlocutor de Teo se despidió educadamente para después alejarse de la terraza a un ritmo considerable.

Cuando Teo terminó el café, se dirigió a pagar al interior del local y después comenzó a pasear por el casco antiguo deteniéndose en los edificios más encomiables que iba encontrando siendo la colegiata de San Pedro el monumento al que el viejo dedicó más tiempo aunque de nuevo le invadió cierta tristeza por ver como todo aquel patrimonio antiguo de estilo herreriano estaba en malas condiciones. Al final Teo llegó al monasterio del que había oído hablar y que se encontraba en mucho mejor estado que otros monumentos de interés debido a que, al acoger a una comunidad de personas un tanto exótica, se había invertido recursos en su restauración. A Teo le picó tanto la curiosidad que decidió probar a entrar a sus instalaciones pero fue bloqueado en la puerta principal por un portero que le informó que solo se podía acceder si era miembro oficial de la comunidad que allí residía, lo cual se comprobaba a través de un escáner ocular situado junto a la entrada. Teo no pudo evitar cierta sensación de frustración por el hecho de no poder conocer desde dentro como se desarrollaba aquella vida monástica en particular pero también pensó que con esa medida se quería proteger la paz y la tranquilidad que los residentes andaban buscando. Lo siguiente que hizo el viejo fue acceder a la tienda del monasterio, que estaba atendida por un hombre y una mujer, y guiado por la buena intención de contribuir económicamente a ese proyecto compró una estatuilla tallada en madera de pino que representaba a un agricultor sosteniendo sobre la palma de sus dos manos un racimo de uva y que se suponía que traía buena suerte a su poseedor, algo que el viejo sabía que iba a necesitar en los tiempos venideros.

Tras la compra, Teo abandonó la tienda y se dirigió a su autocaravana para regresar a Aranda de Duero movido por la necesidad de localizar a Isi cuanto antes y ver si su tarea de espionaje a la casa de Carlos Jones había sido beneficiosa para la investigación. El viejo aparcó de nuevo su autocaravana en el parking destinado a ese tipo de vehículos sobre las ocho de la tarde y esta vez si que tuvo suerte ya que pudo identificar el vehículo del detective. Sin embargo no tardó en comprobar que su compañero no estaba en su autocaravana, algo que no le sorprendió debido a que normalmente a esa hora solía acudir a algún bar para evadirse bebiendo de algún asunto que el viejo desconocía pero que en algún momento en el futuro cercano le gustaría abordar para tratar de ayudarlo. La estrategia de buscar en los bares dio resultado en cuestión de unos minutos ya que tampoco había muchos negocios de ese tipo en el municipio y también, tal y como esperaba, Isi ya estaba sumido en un estado de ebriedad avanzado aunque al menos, esta vez, nadie en el bar había sufrido las consecuencias de la agresividad que el alcohol provocaba en su compañero. Al rato Teo se dio cuenta que Isi no sufría solamente los efectos de la bebida sino también un notable cansancio, como si no hubiera dormido nada en los dos últimos días. El viejo pagó la cuenta del detective y le pidió a este que le acompañara a su autocaravana con el mayor tacto posible y prestando su cuerpo como apoyo a la vez que se dio cuenta de que Isi no era capaz de pronunciar palabra. Cuando llegaron a la casa rodante del viejo, este acostó a Isi en su cama y enseguida se quedó dormido. Teo tendría que esperar a la mañana siguiente para poder hablar con Isi, algo que al principio tensó su paciencia debido a que la información que podía haber obtenido su compañero podía ser crucial para dar un paso más en la investigación. Una vez más lo único que podía hacer era esperar, algo a lo que ya se había acostumbrado desde que decidió inmiscuirse en este caso pero entonces le vino a la mente lo que Isi le dijo hacía poco y que era que en cinco días habían avanzado juntos más que él en más de un mes lo que despertó en el viejo cierta positividad que desplazó el pensamiento de que el problema que tenía su compañero con la bebida ya les estaba pasando una factura elevada.









 







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