El ESTATUS: UN MARCO DETERMINANTE

    Según la Real Academia Española el estatus es la posición que una persona ocupa en la sociedad o dentro de un grupo social o es una situación relativa de algo dentro de un determinado marco de referencia. Nos vamos a centrar en la primera definición y vamos a remarcar la palabra posición ya que de esta nacerán unas funciones y unas responsabilidades que definirán un marco determinante espiritualmente hablando. 

   Hablamos de marco determinante porque es un marco que define claramente las funciones que se deben llevar a cabo y determinante porque tiene el potencial de recibir la atención tanto del propio sujeto que ocupa el estatus como de otros ajenos y porque supone la base de la que se desprenderán múltiples consecuencias cuyo estudio intentará abarcar esta entrada.

   Del estatus nace el rol a desempeñar compuesto por funciones. De las funciones otorgadas nacerán artes específicas apoyadas en los recursos disponibles para cubrir las necesidades que nazcan en su ejercicio por parte del sujeto y como consecuencia de ello se construirán virtudes. Pero a donde quiero llegar no puedo llegar a través de este argumento así que lo intentaré a través de un ejemplo.

   Imaginemos que somos elegidos como Jefe de la Policía Local (bien podría haber elegido otro ejemplo). Nuestras funciones estarán bien definidas por un marco jurídico e incluirán gestionar la policía local, ser su máximo representante en determinados actos y eventos y servir de enlace entre el Alcalde y el correspondiente Comisario, entre otras muchas más que se me escapan seguro. Las intervenciones que hagamos podríamos decir que responden a dos artes si sacamos factor común, la primera será adecuarnos al marco jurídico correspondiente en algunas de ellas y en otras deberemos improvisar diligentemente para garantizar el buen funcionamiento de los departamentos sobre los que ejercemos el liderazgo así como generar un buen clima de convivencia optimizando los recursos a disposición. 

  Ahora imaginemos que pasamos de todo y que lo único que nos interesa es cobrar nuestro sueldo y pasar inadvertidos sin llevar a cabo ningún arte. La primera consecuencia es que no generaremos arte de un valor añadido contundente por contar con otras artes consumidas (el arte de la lealtad, el arte de entrenar, el arte de servir a los demás en la forma de presupuesto o dinero público) lo que descuadrará negativamente nuestro Balance de Situación Vital y no ampliará nuestra conciencia en base a la experiencia de gestión de una estructura significativa. Tampoco construiremos ninguna virtud pese al potencial que tenemos para desarrollar el liderazgo, la diligencia o la compasión, entre otras lo que será tiempo de vida perdido con un potencial enorme para la construcción de nuestro espíritu. Por último la omisión de nuestra responsabilidad se traducirá en una atención destructiva por generar caos en los departamentos inferiores lo que generará un vínculo y legado negativos sometidos a las consecuencias que vimos anteriormente en el blog y construiremos una mala reputación entre las personas más conscientes a nuestro cargo por lo que seremos objeto de atenciones poderosas destructivas.

   Si imaginamos que somos diligentes en nuestras funciones solo hay que darle la vuelta a todo lo anterior con la puntualización de que siempre seremos objeto de alguna atención destructiva pero seguro que no provendrá de las personas más conscientes (atenciones más poderosas) pues estas conocerán tanto el marco jurídico como la diligencia que pongamos en las distintas artes que llevemos a cabo.

   Por eso el estatus es un marco determinante de nuestra progresión en el sendero espiritual ya que define la importancia de los inputs que recibimos, genera el potencial con el que podemos llegar a expandir la conciencia y construir nuestro espíritu y nos dan la posibilidad de atraer la atención constructiva de un número determinado de individuos (dependerá de la importancia del estatus y la clase de vínculos que generemos).

    Ahora pongámonos en el supuesto de que somos enteramente negligentes en ejercer las funciones desprendidas de nuestro estatus pero ocupamos ese tiempo desarrollando un arte superior que supera con creces lo que podríamos obtener de nuestro estatus, por ejemplo, escribiendo un best seller o desarrollando una teoría física muy contribuyente para la humanidad. Lo primero es que es muy raro que esto ocurra pues una persona que no es diligente con sus responsabilidades son personas con poca conciencia e iniciativa. Pero si se diera el caso, simplemente sufriría las consecuencias espirituales antes mencionadas y los beneficios del arte elaborado en el tiempo que debería dedicar a cumplir con las funciones de su estatus. Sin más.

    Así que pensemos muy bien si ciertos estatus nos van a quedar demasiado grandes y si los aceptamos hagámoslo con la mayor diligencia y atención, poniendo nosotros mismos la espada de Damocles sobre nuestra cabeza, pues son un marco determinante en el camino espiritual.

   Frase célebre:

   "La prueba suprema de virtud consiste en tener un poder ilimitado sin abusar de él" - THOMAS MACAULAY

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